domingo, 10 de mayo de 2015

Dehesa de la Oliva - Patones

Los testimonios arqueológicos en la Dehesa de la Oliva dan cuenta de la ocupación de diferentes grupos humanos de culturas y sociedades dispares, por un lado las manifestaciones artísticas de los cazadores del Paleolítico Superior; por otro materiales dejados por los agricultores del Neolítico o los primeros forjadores, calcolíticos y de la Edad del Bronce.
En el cerro los prerromanos, no se sabe con certeza si carpetanos, vacceos o celtíberos, vieron transformada su forma de vida y costumbres con la conquista romana, convirtiendo el castro en una ciudad dotada de calles, infraestructuras hidráulicas, y edificios públicos.
Tras su abandono como lugar residencial la cumbre se utilizó como necrópolis en los siglos V y VI d.C.
Se abandona en la época islámica, se vuelve a ocupar después de la Reconquista, siendo el vestigio más importante la iglesia románico-mudéjar de la Virgen de la Oliva, del siglo XIII.
La muralla, cortados y barrancos naturales forman su sistema defensivo.
El muro fue construido mediante dos paredes de piedra y rellenos en su interior con tierra y piedras.
La acrópolis dispone de un caserío con una estructura urbanística, su trazado es octogonal, con viales que se cortan perpendicularmente, dotado con infraestructuras como depósitos, canales de desagüe y aceras.
En la Dehesa de la Oliva sus casas eran de planta rectangular y solían tener tres habitaciones, un modelo similar al de la época prerromana.
Un edificio porticado, albergó pequeños comercios y artesanías, sus espacios interiores servían como almacén y su pórtico se utilizaba como lugar de intercambios.

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