Un ejemplo de estos emplazamientos, en montes bien defendidos, es el poblado o castro de Kutzemendi o de Olarizu. Esta muy cercano a Vitoria y es un lugar magistral de la Llanada Alavesa, al pie de los montes de Vitoria. Es un lugar aislado con una altitud de 739 m con suave declive hacia la ladera sur, donde existen unos aterrazamientos artificiales hechos para asentar las viviendas y a su vez para su defensa. Esto puede verse desde las fotografías tomadas desde la parte occidental. La explotación de la piedra del monte donde se asienta este yacimiento puso al descubierto niveles con material arqueológico que no pasaron desapercibidos para Don José Miguel de Barandiarán que los descubrió en 1926. Solamente se ha efectuado una breve prospección en el año de 1950, que puso a la luz una serie de recintos y materiales correspondientes a estos primeros momentos.
Las primeras épocas del poblado están representadas en alguno de los materiales expuestos, especialmente el fragmento de cerámica excisa y los restos de fragmentos cerámicos como vasijas de pastas con terminaciones negras bruñidas y las bases elevadas con fondos rehundidos. Entre las decoraciones pueden verse los fragmentos que tienen impresiones de digitaciones y las numerosas incisiones que ornamentan los recipientes que utilizaban. Algunos de ellos indican un uso en concreto como puede ser el del fondo con perforaciones múltiples cuyo uso de colar esta fuera de toda duda y que bien pudo ser utilizado como molde en la fabricación de quesos.
Perduran las hachas de piedra pulimentada que aun continúan usándose en este periodo, así como utillaje de sílex. De su producción metalúrgica queda constancia en los moldes de fundición, escorias un fragmento de torta pura de bronce. Poseen un desarrollo agrícola, cuyas gramíneas eran molidas en molinos de tipo amigdaloide. Asimismo hilan siendo prueba de ello las fusaloyas y tejen, como lo demuestra la pesa de telar encontrada en el poblado. Espátulas y punzones de hueso completarían el ajuar domestico de estas gentes. Únicamente se conoce de sus joyas una fibula de pie largo, en bronce, que sujetaría sus vestidos, así como sus botones de hueso para usos parecidos. Varios materiales constructivos manteados de barro de las paredes de sus casas, clavos etc., se hallan expuestos. El poblado vivió a lo largo de varios siglos llegando hasta el siglo III o el II a.C. Esta cronología queda avalada por los fragmentos de cerámicas de pastas anaranjadas y con decoraciones pintadas a base de líneas paralelas y semicirculares entrelazadas, de claro origen celtibérico. Quizás pertenezca a este momento la espuela en bronce. Esta larga perduración de vida, en estos poblados, será confirmada en varios de ellos.
Entre todos los objetos encontrados en este poblado destaca la espuela, fibula de pie largo, fragmento de torque, todos ellos en bronce. Algunos rastros de una posible industria metalúrgica, como moldes de fundición, tortas de metal de bronce, indica que parte de estas piezas pudieron fabricarse en este poblado.
Alguno de los tipos cerámicos que se utilizaron en este lugar. Son de especial interés los fragmentos decorados con excisiones, incisiones y punzonadas, que en muchos casos indican unas relaciones con los puntos donde se originaron.
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