martes, 26 de octubre de 2021

El Molón - Camporrobles


El Molón es el nombre que recibe el yacimiento arqueológico situado en la Sierra de Mira, a 1,5 km al norte de Camporrobles (Valencia). El nombre le viene por el cerro sobre el que se asienta, una gran muela cretácica de 1124 msnm. Presenta forma alargada y se encuentra estructurada en varias plataformas. La central, más amplia, fue la elegida como lugar de asentamiento pues resulta muy apta para el desarrollo urbanístico, al tiempo que presenta unas condiciones defensivas inmejorables, al quedar delimitada en buena medida por abruptos escarpes.

El yacimiento presenta un gran interés debido a su estratégica localización geográfica, en la zona de transición de la Meseta, las Serranías Ibéricas y el litoral mediterráneo. Por tanto, la muela tuvo una ocupación continua desde el final de la Edad del Bronce o inicios de la Edad del Hierro, extendiéndose hasta la segunda mitad del siglo I a.C.​ 

Se abandonó en época romana al pasar los asentamientos a la llanura, aunque el lugar seguiría visitándose durante esa época, dada la presencia esporádica de materiales de los primeros siglos de nuestra era. 

El poblado se recuperaría nuevamente en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo VIII, para abandonarse definitivamente hacia el siglo X como lugar de hábitat.​ Se reocupó como observatorio militar del aeródromo cercano durante la Guerra Civil y como campo de cultivo durante la década de 1940.

Prerromano - Del nivel prerromano se conserva principalmente el sistema defensivo, hasta el punto de convertirlo en uno de los grandes ejemplos de la poliorcética ibérica y celtibérica.​ Los hallazgos más espectaculares se han centrado en el poblado de la Edad del Hierro, cuya superficie de 2,65 hectáreas, que sería mayor dada la existencia de barrios extramuros, hacen que pueda ser considerado como un oppidum de pequeño tamaño.

La gran defensa natural del lugar se completó, a lo largo de un centenar de metros, con una muralla longitudinal muy bien conservada por el norte y el oeste, las zonas más accesibles, mientras que un gran torreón rectangular de unos 40 m², un antemural o torre adelantada y un foso de unos 20 m de longitud y casi 5 de ancho, con el que se relaciona una poterna magníficamente conservada, defienden el istmo situado en el lado este, el más vulnerable. Sendas torres, de las que en la actualidad no quedan prácticamente restos, flanquearían la puerta principal de acceso al poblado, a la que se llegaría por un camino tallado en la roca, que conserva los profundos surcos producidos por las ruedas de los carros.

El poblado estuvo dotado de varias cisternas talladas en la roca, dos en el interior del hábitat, y otra, de más de 20 metros de profundidad, al exterior del recinto, junto al camino que se dirigía hacia el acceso principal. En las inmediaciones del poblado se documenta la necrópolis, de incineración en urna, lamentablemente destruida casi en su totalidad. Destaca asimismo la existencia de una cueva-manantial situada a los pies de la ladera suroccidental, interpretable como un santuario.

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