sábado, 21 de enero de 2017

Los cántabros

Los romanos tuvieron pronto noticia de los cántabros, como pobladores de las fuentes del Ebro. Cantabri fue el nombre dado por los romanos a un conjunto de antiguos pueblos que habitaba en el
norte de la Península Ibérica: la comunidad autónoma de Cantabria, el norte de la provincia de Burgos y de Palencia, el noreste de la provincia de León, el este del Principado de Asturias y la parte más occidental de Vizcaya. Tenía por ciudad principal Amaya y eran vecinos de autrigones, turmogos, vacceos y astures.
Durante la Edad del Bronce, por lo tanto, parece improbable hablar de un pueblo cántabro. Es probable que se definieran como pueblo entre los siglos VIII y IV a.C.
Hablaban una lengua aún desconocida cuyos restos se conservan en algunas inscripciones ya romanizadas. Según una teoría, hablaban una lengua preindoeuropea, quizá similar o de parecido origen al protovasco. Otros autores creen que los cántabros sufrieron la influencia de la cultura celta y que su lengua era fundamentalmente céltica, con escaso o incluso nulo sustrato preindoeropeo.
«Los cántabros son uno de los pueblos más arcaicos de la Península. El elemento indígena, preindoeuropeo, es importante en Cantabria. Es difícil de identificar tal elemento porque nos faltan noticias, y la indoeuropeización del país, a juzgar por la onomástica personal, fue bastante completa. Caro Baroja encuentra en la base factores neolíticos sobre los que se superponen los inmigrantes de la Edad del Bronce.
Cuando los romanos atacaron a los vaceos, aparecen los cántabros como aliados de los numantinos. Los cántabros, un pueblo pobre, actúan como aliados de vecinos afines o simplemente como
mercenarios. En 29 a.C. Estatilio Tauro venció a los cántabros, vaceos y astures. Es sin duda el comienzo de la durísima lucha en que los cántabros fueron al fin vencidos y casi aniquilados por los romanos. La dureza de la guerra cántabra hizo a este pueblo famoso en la literatura. Floro cuenta cómo los cántabros, al final en el monte Medulio, se suicidaban con el fuego y el hierro, mientras celebraban un banquete en el que bebían el jugo del tejo –como los pueblos celtas.
Los soldados romanos se negaban a combatir contra aquellos fieros luchadores.
Después de la guerra cántabra la región formó parte de la Tarraconense, sin administración separada de Asturia y Gallaecia. En la crisis del derrumbamiento del Imperio, tanto las tribus de váscones
(con várdulos, caristos y autrígones) como la de los cántabros se mantuvieron rebeldes. En 581 d.C. se sublevaron los cántabros y váscones contra Leovigildo. 

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