jueves, 13 de diciembre de 2018

El aljibe del Castro de Viladonga


El aljibe gallego que recogía agua antes de los romanos. Descubierto en un castro de Lugo un depósito de hace 24 siglos.
En lo alto de un monte con vistas privilegiadas sobre la comarca de A Terra Chá gallega, se levanta un antiguo poblado fortificado: el castro de Viladonga. Un nuevo descubrimiento ha puesto en entredicho lo que se sabía hasta ahora sobre este yacimiento en el municipio de Castro de Rei, a 23 kilómetros de Lugo. Se trata del hallazgo de un aljibe de más de 70 metros cuadrados y cuatro de profundidad que tenía capacidad para almacenar más de 150.000 litros de agua y abastecer a más de 300 personas.
El depósito fue construido en el siglo III antes de Cristo, a diferencia de la mayoría de las estructuras que han sido localizadas hasta ahora en ese lugar, realizadas en plena época romana, entre los siglos II y V después de Cristo. El aljibe excavado en la roca y hallado debajo de una muralla de esta fortificación, considerada bien de interés cultural desde 2009, es la punta de lanza para ahondar en el pasado prerromano de la cultura castreña.
El descubrimiento del arqueólogo Miguel Ángel López muestra el desarrollo que ya existia entonces. "Es la primera vez que aparece un aljibe dentro de la zona amurallada del castro de Viladonga", asegura.

Siete escalones
Hace dos semanas, el experto y su equipo de 10 especialistas descubrieron siete escalones en buen estado en la segunda muralla y un torreón de cinco metros de diámetro. Pero nada tan trascendente como este hallazgo.
El hecho de tener agua pudo haber permitido a los habitantes resistir en caso de ataque, detalla López. "En los asentamientos castreños no es habitual encontrar los sistemas de abastecimiento", opina el arqueólogo gallego Angel Concheiro. El suministro era una cuestión fundamental en las sociedades antiguas, no era algo tan fácil como abrir el grifo, explica Concheiro. Esta era necesaria no solo para beber, sino también para lavar, para el ganado, para la alfarería y la artesania textil.
La operación ha sido muy complicada, según López, conocido por sus trabajos en el templo de Amenofis III en Luxor (Egipto). Además de los daños causados por el paso del tiempo y el maltrato humano la estructura se halla muy deteriorada por los derrumbes, lo que dificulta la distinción de los muros para dejar al descubierto la construcción subterránea. Fueron necesarios dos meses de trabajo en los que los aroueólogos extrajeron más de 340 metros cúbicos de tierra y más de 120 toneladas de piedra.

(El País)

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