Dos años después de aquel descubrimiento fundamental para comprender la evolución, el ADN de La Braña 1, nombre con el que se bautizó a uno de los dos esqueletos encontrados en la cueva leonesa, sigue siendo objeto de investigación y será de nuevo Nature la publicación encargada de mostrar al mundo los avances.
El director de la investigación tutelada por el CSIC, Carles Lalueza-Fox, explica que se ha conseguido aumentar la calidad de la secuencia genética, ya que se ha pasado de contar con 3,4 copias del genoma completo a «cerca de veinte», por lo que «la calidad del genoma es mucho mayor».
La funcionalidad de las mejoras obtenidas en la secuencia genética radica en que «es como tirar una moneda al aire: si tienes tres oportunidades pueden salir tres caras y no te enteras de que hay una cruz, pero al tener veinte posibilidad se puede visibilizar mejor las diferencias existentes entre un cromosoma y otro», añade.
Por tanto, «si tienes una calidad baja, es difícil ver qué variantes tienes en cada una de las copias de cada cromosoma» pero, además, el avance en la investigación del mapa genético del hombre del Mesolítico supone que La Braña 1 sea «el cuarto o quinto del mundo mejor en cuanto a calidad».
Todo ello ha permitido también que el caso de ese europeo de piel morena y ojos azules esté en condiciones de formar parte de un estudio sobre muestras genéticas antiguas de la Península Ibérica, que publicará Nature, donde se recogen «entre doscientas y trescientas muestras del Mesolítico a la Edad Media».
«Aprovecharemos para incluir a La Braña 1 con esta calidad», dice Carles Lalueza-Fox.
Pero en aquella cueva de La Braña-Arintero, en el municipio leonés de Valdelugueros, el cuerpo de La Braña 1 no estaba solo. Cuando los investigadores accedieron al lugar, después de que un grupo de espeleólogos encontrara los restos óseos por causalidad, se halló otro segundo cuerpo, bautizado como La Braña 2, que resultó ser hermano del primero.
Diario de León
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