En su expansión por el Mediterráneo, los fenicios llegaron a la costa malagueña a finales del siglo IX a.n.e. y se establecieron en una isla en la desembocadura del río Guadalhorce, un lugar estratégico para el comercio marítimo y para establecer contactos con los pueblos indígenas del interior. Un maremoto destruyó el Cerro del Villar hacia el 750 a.n.e., se ha encontrado fauna y restos de alta mar en las excavaciones de las viviendas.
La colonia se reconstruyó y siguió su actividad. El abandono final se produjo hacia el 570 a.n.e. y fue debido al deterioro medioambiental de la desembocadura, la deforestación, la erosión del territorio y las inundaciones del río. En la actualidad, el paisaje ha cambiado por completo tras siglos de sedimentos; limita a un lado con el barrio malagueño de Guadalmar y al otro con uno de los ramales del río Guadalhorce.
La población se mudó a una bahía cercana que ofrecía un puerto protegido por montañas; allí, en la falda del cerro de Gibralfaro, fundaron Malaka, término del que deriva la actual denominación de Málaga. Teorías recientes indican que esta colonia fue coetánea de la del Cerro del Villar a la que pudo absorber gracias a su gran desarrollo urbano. Por lo tanto, se desconoce a ciencia cierta si Malaka tuvo su origen en el Cerro del Villar o eran entidades diferenciadas.
Precisamente por ser un asentamiento abandonado, y a diferencia de otros asentamientos fenicios, como Cádiz o Cartago, la colonia del Cerro del Villar no sufrió la destrucción que conlleva asentamientos posteriores, especialmente romanos, y se mantiene en un gran estado de conservación. Las excavaciones han permitido sacar a la luz viviendas, comercios, una necrópolis y zonas industriales que muestran que sus pobladores fenicios fueron florecientes comerciantes. La isla contaba con una calle principal donde se encontraban buena parte de las tiendas y almacenes. También se han localizado una vivienda con embarcadero y grandes residencias con hasta doce habitaciones. Sin embargo, no se ha encontrado ningún templo, tan sólo pequeños altares en las viviendas.
La producción cerámica ocupó un lugar prioritario como demuestra la existencia de un taller de alfarería de principios del siglo VI a.n.e. que se beneficiaba de las arcillas terciarias del valle del Guadalhorce y la riqueza de agua. Era un gran edificio rectangular de unos 13 metros de longitud, con una división bipartita y uso de su zona exterior. Producían ánforas y pithoi, unas tinajas de gran tamaño que almacenaban distintos productos para el comercio marítimo, como cereales, vino y aceite.
También han aparecido numerosos utensilios y enseres fenicios, así como monedas; en la colonia se acuñaban duplos, ases, semis, cuadrantes y octavos.
Con todo, solo se ha excavado un 10% del yacimiento de la colonia fenicia mejor conservada de Occidente.
También falta conocer el nombre fenicio del asentamiento que el descubrimiento de alguna inscripción podría descubrir.
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