El yacimiento, de una extensión de más de 20 hectáreas, se localiza en un cerro amesetado situado junto al arroyo Butarque. La elección del lugar denota un perfecto conocimiento del terreno, ya que se trata de un espolón sobre la vega rodeado por buenas tierras de pastos y cultivo, cercano a manantiales y con un amplio control visual del entorno. Las favorables condiciones del lugar favorecieron su reiterada ocupación desde el periodo Calcolítico a la Edad Media El poblado carpetano que aquí existió presenta dos fases muy próximas en el tiempo, entre los inicios del siglo III y finales del I antes de Cristo. Fue un asentamiento de carácter permanente, con casas de plantas cuadradas o rectangulares y adosadas entre sí. Estaban construidas con un pequeño zócalo de piedras sobre el que se alzaban los muros de adobe y tapial. Los techos eran de materia vegetal con entramado de vigas de madera.
La articulación del espacio de las viviendas gira en torno a la habitación principal, habitualmente de planta rectangular, a la que se adosan espacios más pequeños que harían las funciones de almacenes de alimentos, de herramientas y graneros. Los hogares se disponían en el centro de la habitación o en alguna de sus esquinas.
La actividad agrícola y ganadera fue fundamental durante este periodo, a juzgar por la gran cantidad de trigo que se ha recuperado en los espacios destinados a graneros. Se encontraron asimismo numerosas herramientas y aperos de labranza fabricados en hierro (hachas, cuñas, tridentes, azuelas) así como elementos para el tejido como peines cardadores y sobre todo un número considerable de fusayolas (pesas de telar) que dan una idea de la gran importancia de la industria textil, apoyada sin duda en una importante cabaña ganadera.
La cultura material del yacimiento destaca por una importante presencia de cerámicas, normalmente pintadas en rojo, al igual que los recipientes realizados a torno con decoraciones estampilladas con una gran variedad de motivos: aspas, triángulos, espigas, diagonales, bandas horizontales, líneas paralelas verticales, círculos y arcos. Hay que destacar también la presencia de un raro ejemplo de cerámica ibérica con decoración zoomorfa, en el que se puede apreciar el cuello del animal punteado, la cara rallada con líneas y un círculo que parece representar un escudo. Entre los elementos ornamentales se pueden citar alfileres, anillos, mangos y varios fragmentos de fíbulas de bronce.
A inicios del siglo II antes de Cristo la Carpetania se convirtió en una zona de especial importancia estratégica para Roma, como zona de abastecimiento de recursos como el trigo. El asentamiento de la Fuente de la Mora sería un claro exponente, ya que los graneros del mismo parecen superar en tamaño y capacidad las necesidades de su población.
Este asentamiento fue destruido por un gran incendio datado en el primer tercio del siglo I antes de Cristo, quizá por una acción puntual y violenta que no dio tiempo a sus habitantes a recoger parte de sus bienes, tal como evidencian la gran cantidad de herramientas y recipientes hallados y algunos objetos poco comunes realizados en lámina de madera decorada, que se carbonizaron junto al grano.
La progresiva implantación de la cultura romana en esta zona terminará diluyendo la personalidad indígena, imponiéndose de esta forma el proceso de aculturación que conocemos como “Romanización".
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