Está considerado uno de los conjuntos construidos a mayor altura en esta comarca montañosa y muestra la importancia que la zona tuvo en el pasado. Los trabajos de excavación se han centrado principalmente en el poblado de los Morrones, cuya organización estructural no tiene parangón hasta la fecha. A partir de los estudios elaborados, se puede afirmar que su construcción comienza en el siglo VII a.n.e.
El poblado está compuesto por un asentamiento, una torre, dos lienzos de muralla y una torre auxiliar. Las excavaciones han sacado a la luz gran parte de las murallas y las estancias de diferente funcionalidad, así como hornos, hogares y pequeños depósitos de almacenamiento. Además, han sido recuperados numerosos objetos cerámicos, como vasijas, orzas, recipientes de distintos tamaños y funciones, así como metálicos (una alcotana1, cuchillos y colgantes, entre otros) y restos de animales que han resultado de gran valor para profundizar en la importancia del enclave.
Primeras prospecciones en los años 90
El yacimiento es conocido desde la década de los 90 del siglo XX, cuando empezaron las primeras prospecciones de la zona. Pero a partir del 2004, de su documentación se hizo cargo el Servicio de Investigaciones de Prehistoria y Arqueología de la Diputación Provincial, que inició un programa de estudio sistemático del territorio que permitió identificar y distinguir tres diferentes áreas arqueológicas, según la catalogación del material recogido.
El primero es el Morrón Royo, ubicado al sur de la masía sobre el último de los escarpes calizos que le dan nombre, pertenecientes a la era del Cenomaniense (hace aproximadamente 100 millones de años), con una amplia cronología que se inicia con una ocupación en la Edad del Bronce, una torre de la Edad del Hierro y, finalmente, su transformación en un poblado ibérico. Los Morrones, ubicado al norte del anterior sobre una pequeña superficie plana, ofrece el conjunto mejor conservado de estructuras a simple vista, con presencia de cerámicas de la Edad del Hierro. Finalmente, la Masía de los Morrones, donde los investigadores han encontrado cerámicas de época ibéricas, romanas e islámicas en los campos de cultivo que ahora permanecen improductivos.
Una construcción sólida y de referencia
Después de diez campañas de excavación en extensión en el área de los Morrones, el grupo de investigación pudo completar la delimitación de la planta del asentamiento que muestra unas características constructivas propias al adaptar las estructuras a la peculiar orografía del terreno. Destacan en el conjunto la torre y los dos lienzos de muralla que parten de los flancos este y oeste de la torre, cerrando por el norte el poblado. Cada tramo de muralla tiene un espesor de unos cinco metros y está compuesto de dos cuerpos rellenados de piedras. Su sólida construcción nos muestra la imagen de una impresionante construcción que debió de destacar en el territorio y situar al poblado como lugar central de referencia.
En el poblado de la Edad del Hierro destaca la presencia de una torre con dos lienzos de muralla cuyo espesor alcanza los cinco metros.
El conjunto de la Edad del Hierro se completa con la torre del Morrón Royo. Esta se construyó también en el siglo VII a.n.e. y funcionaría como complemento por el sur de la situada a la entrada del poblado, al norte. En el interior del espacio amurallado se levantan las estructuras de habitación y almacenamiento hasta un total de diez, además de varios espacios utilizados para desplazarse por el interior del poblado.
Estancias
Sabemos que el poblado estaba fortificado por la presencia de dos tramos de muralla, cuyas paredes se aprovecharon para adosar las primeras estructuras. Tiene como peculiaridad la utilización de la roca recortada para adaptar los muros. Las rocas sedimentarias marinas que componen el puntal sobre el que se asienta el poblado son fáciles de trabajar, por ello los puntos que sobresalen en demasía se readaptan para aprovechar al máximo el espacio constructivo interno.
Las estancias están organizadas en tres grupos principales. El primero de ellos está ubicado en el área este. Son cuatro espacios de tamaños y estructuras diferentes. Dos tienen forma rectangular, uno cuadrangular y el cuarto está muy afectado por procesos erosivos de la ladera. En ellos se han localizado elementos domésticos que indican una utilización como vivienda: todas ellas presentan un poyo (banco de piedra adosado a una pared), un hogar y agujeros de palo para la sustentación de los techos, así como para otros elementos de la vida cotidiana o de partición del espacio interno. Destaca en la habitación 3 la presencia de un pequeño horno doméstico que conserva parte de su cúpula, así como una troja (especie de alforja o talega) en la que se encontraron abundantes restos de semillas carbonizadas.
El hallazgo de utensilios y materiales es muy amplio y diverso: cerámicas, piezas de bronce y hierro, y restos de fauna y vegetales.
El segundo grupo se sitúa en el centro del poblado a un nivel más alto que las anteriores estructuras. Son cuatro estancias, tres de ellas de forma cuadrangular, mientras que la cuarta es rectangular. Esta última presenta similares características domésticas que las anteriores, con hogar central y agujero de poste. Las otras tres no tienen ninguno de estos elementos por lo que podrían estar dedicadas al almacenamiento. Finalmente, en el área oeste se delimitan dos estancias más adosadas a la muralla que también presentan elementos domésticos, si bien su conservación está afectada por labores agrícolas desarrolladas en tiempos históricos.
Los trabajos en torno a la masía de Los Morrones de Cortes de Arenoso han localizado tres áreas de ocupación diferenciadas con materiales que van desde la Edad del Bronce a la romanización.
Los tres grupos de estancias están conectados entre sí por pasillos estrechos, escaleras adaptadas a los desniveles de la roca y un espacio abierto en el que también se detectó la presencia de agujeros de poste. Todos ellos nos dan una idea de la complejidad del conjunto que, sin llegar a tener características urbanas, tal y como se entiende en la época ibérica, muestra una intencionalidad en el ordenamiento interno.
El conjunto de materiales más voluminoso se localizó en la habitación 1. Los materiales hallados, 52 piezas aproximadamente, se concentraban en dos puntos diferentes. La mayoría eran contenedores para el almacenamiento y orzas de distintos tamaños. Además, hay que señalar también la presencia de una alcotana3 de hierro muy bien conservada y dos fragmentos de cuchillo de hierro, un colgante en bronce y un mango hecho sobre cuerna de ciervo. La distribución del material se concentra mayormente en dos espacios bien definidos: uno situado al oeste en el que únicamente se han encontrado recipientes relacionados con el almacenamiento, de diversos tamaños y acompañados de pequeños recipientes que podrían servir como elementos de medida, y otro al este, con recipientes que parecen pertenecer a la vajilla de servicio de mesa.
Abundantes semillas de trigo
En la habitación 3 se recuperó un voluminoso conjunto de semillas carbonizadas que, tras su análisis, se catalogaron como Triticum dicoccum, conocido como farro, una especie de trigo antiguo que crece bien en terrenos pobres en nutrientes y es particularmente resistente al frío. Las semillas encontradas permiten suponer que los pobladores practicaban una agricultura cerealística en los campos de alrededor de la masía. La fauna señala, por su parte, una explotación doméstica del ganado en la que predominaron las ovejas, los bueyes, los cerdos y, en menor medida, los caballos. Además, a través de los análisis de restos de carbón se han podido identificar los diferentes árboles que se emplearon en la construcción de las vigas, estantes o escaleras, utilizando, por supuesto, madera extraída de zona cercana al yacimiento: roble-quejigo, pino y carrasca-coscoja.
El enclave de la Edad del Hierro, cuyos habitantes practicaban una agricultura cerealística y explotaban ganado, fue abandonado abruptamente.
Fragmentos antropológicos
Destaca la presencia de restos humanos en diferentes habitaciones: cinco fragmentos de cráneo de un adulto en el interior de la habitación 2, once falanges y cuatro metacarpos de una mano derecha de adulto en la habitación 1 y una mandíbula en la habitación 18. Estos sorprendentes hallazgos plantean como hipótesis de trabajo al equipo de investigación el abandono forzado del poblado si bien, excepto en una habitación en la que se documentó un incendio previo a su derrumbe, ninguna de las otras estancias presenta indicios semejantes.
Castellón Arqueológico
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