La revista 'Nature', en sus 'Scientific Reports', publicaba un estudio realizado a partir de las campañas de excavación llevadas a cabo en la cueva de Els Trocs (San Feliu de Veri/Bisaurri, Huesca) entre 2009 y 2019, y según el cual en la citada cueva tuvo lugar una matanza violenta hace 7300 años, en la que murieron al menos cinco adultos y cuatro niños. Una matanza en la que se empleó una violencia y ensañamiento inusitados, y en la que los golpes y heridas no acabaron ni con la muerte de las víctimas. El estudio se basa en los restos humanos encontrados en los 50 metros cuadrados excavados en el yacimiento arqueológico y que pertenecen al menos a dos docenas de individuos..
El estudio se ha realizado bajo la dirección del profesor Manuel Rojo, de la Universidad de Valladolid, y de José Ignacio Royo, arqueólogo del Gobierno de Aragón, y las investigaciones antropológicas son fruto de una cooperación con las universidades de Krems (Austria), Basilea (Suiza), UAM y el Incipit del CSIC. Los nueve individuos (5 adultos y 4 niños) en los que se ha centrado el estudio publicado en 'Nature' se adscriben por cronología y estratigrafía al horizonte más antiguo de la cueva, hace unos 7300 años. El resto de individuos hallados hasta ahora en la cueva es de momentos posteriores y claramente más recientes.
El estudio del genoma de las víctimas de la matanza indica que dos de ellos (un varón de unos 30 años y un niño de unos 6) son padre e hijo. Los otros tres niños tienen madres diferentes, cuyos genomas no se han detectado en el resto de huesos. A los investigadores les ha sorprendido el alto grado de fragmentación de los restos óseos y su enorme dispersión por la cueva. También las evidencias de una extrema violencia, incluso 'post mortem'.
Así por ejemplo, cuatro de los cinco adultos muestran heridas similares de impactos de flecha en el cráneo que, con mucha probabilidad, fueron los causantes de su muerte. Además, todos los individuos, tanto adultos como infantiles, presentan numerosas lesiones por objetos contundentes en el cráneo y otros huesos (especialmente los largos), que también pudieran haber provocado su muerte.
Para José Ignacio Royo (él y Héctor Arcusa son los especialistas aragoneses que participan en la investigación), la reconstrucción de los hechos permite varias hipótesis. "No nos atrevemos a decir que se trató de una matanza ritual -señala-. Parece que fueron heridos con flechas en las inmediaciones de la cueva, y que posteriormente fueron introducidos en ella, donde continuaron los golpes y las heridas incluso después de muertos". La violencia de estas agresiones lleva a Manuel Rojo a calificarlas como una "segunda ejecución". "Un frenesí asesino -añade Royo-. Es como si, además de quitarles la vida, hubieran querido eliminar hasta su recuerdo". Señales encontradas en los huesos de las víctimas llevaron a los investigadores hace años a pensar incluso en posibles actos de canibalismo, algo que ahora descartan.
Siguiendo en el terreno de las hipótesis, apuntan que en el trasfondo de la matanza "podría haber existido una cuestión de disputas territoriales o de robo de ganado o de mujeres, disputas que se intensificaron hasta desembocar en el ensañamiento hacia las víctimas. El alto potencial de violencia de los autores y el curso de la masacre así lo sugieren".
Según los datos genéticos obtenidos, las víctimas forman parte del elenco poblacional que desde el Oriente Medio aportan los primeros inmigrantes neolíticos, que se extendieron por toda Europa desde hace 10.000 años. Los perpetradores de la masacre, por su parte, podrían haber sido cazadores-recolectores locales que se sintieron perturbados por las actividades de los pastores neolíticos en su territorio, o bien podrían haber sido grupos agroganaderos rivales, con los que se habrían intensificado las disputas.
La constatación científica de que los ocupantes de la cueva de Els Trocs eran pastores trashumantes sugiere que, con toda probabilidad, el resto de parientes de las víctimas, esto es, los adultos más jóvenes, y los adolescentes, se encontraban en otro lugar en el momento de la masacre, "con toda probabilidad en las tierras bajas del valle del Ebro, donde cultivarían los campos que les suministraban cereales (trigo y cebada), presentes también en la cueva, y donde toda la comunidad viviría durante los meses de invierno.
Las investigaciones arqueológicas en la cueva de Els Trocs, en las que participa un amplio equipo de especialistas, cuentan con el apoyo del Gobierno de Aragón, la Diputación de Huesca, la Universidad de Krems (Austria), el MICCIN (La Memoria del Camino I y II) el proyecto AGRIWESMED del Laboratorio de Arqueobiología del CSIC (Madrid), la Asociación Trashumancia y Naturaleza y la Universidad de Valladolid.
Según asegura José Ignacio Royo, el equipo de investigación ha decidido suspender de momento las excavaciones arqueológicas. "El volumen de información que nos está dando el yacimiento es enorme -asegura-, y creeomos que ha llegado el momento de hacer balance y estudiar lo que hemos ido encontrando. Hay que tener en cuenta que en cada campaña de excavación sacamos entre 5.000 y 7.000 fragmentos de cerámica, que tenemos ya la mayor colección de huesos de animales del Holoceno de toda Europa... Excavar por excavar no nos lleva a nada. La cueva está bien protegida y creemos que ha llegado el momento de parar un poco y analizar lo que hemos encontrado
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