La serranía baja de Cuenca guarda uno de los tesoros más sensacionales y todavía desconocidos de España: el conjunto rupestre de Villar del Humo, a unos siete kilómetros del pueblo homónimo. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desgranamos algunas de sus claves en este artículo.
En 1917, Enrique O'Kelly, ayudante de ingeniero de Montes, se topó con unas sorprendentes pinturas rupestres en el abrigo de la Peña del Escrito. El paraje le había llamado la atención porque le recordaba el topónimo de otros lugares con pinturas, y tal y como señaló en la carta, descubrió "el clásico abrigo con magníficas pinturas rupestres, representando animales diversos, toros, ciervos, etc.". Ese hallazgo fue el primero de una larga lista que el tiempo y la paciencia irían complementando.
Sin embargo, como suele suceder en estos casos, tras la emoción del encuentro se vivieron décadas de descuido hasta que, a finales de los años sesenta, la Acción Rescate que encabezó Ruiz Ferrer sacó a la luz cuatro nuevos abrigos, que se enriquecerían en 1979 con otras pinturas. Los once abrigos conocidos hasta entonces fueron incluidos por la UNESCO en la Lista de Patrimonio Mundial en 1998, bajo la denominación de Arte Rupestre del Araco Mediterráneo de la Península Ibérica, reconociendo la excepcionalidad de los conjuntos de arte rupestre al aire libre de la mitad oriental peninsular. Desde entonces, el número de enclaves conocidos se eleva ya hasta el total de 39.
Las figuras fueron perfiladas hace miles de años por unos individuos que se escamotearon de este paréntesis llamado "vida" gracias a un sentido de la trascendencia que se materializó en estas pequeñas maravillas. Los paneles que exploró Enrique O'Kelly hace ahora cien años son muy elocuentes. En uno de ellos, por ejemplo, se aprecia una cierva con una lanza o una flecha en el dorso, junto a otros animales que aportan extraordinaria sensación de movimiento. Aquellos artistas tenían múltiples inquietudes, y en sus obras encontramos también posibles referencias a la actividad solar o símbolos para nosotros indescifrables, típicos del arte esquemático. El abrigo más interesante de la Peña es el número 2, algo castigado por la erosión pero copioso en figuras, antropomorfas o zoomorfas, e interpretaciones. En el número 3 advertimos a un arquero que persigue a una manada formada, posiblemente, por una hembra y dos cachorros. La fascinación crece abrigo a abrigo, figura a figura.
Otra de las figuras más impactantes es el jabalí de Peñalta, en las proximidades del Puntal de la Pililla. La cabeza se ha perdido y las patas traseras son borrosas, pero la tinta insinúa a un zoomorfo levantino de cola corta y estirada que mira a la derecha. Estos animales se suelen manifestar en escenas de caza, por lo que su "soledad" resulta especialmente llamativa.
(Pigmentos para la eternidad)
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