La tradición constructiva típicamente neolítica se basa en una arquitectura realizada con grandes piedras dispuestas verticalmente (ortostatos) para formar las paredes y otras colocadas en sentido horizontal (dinteles) para las cubiertas.
La zona de Lácara se sitúa en una penillanura granítica, donde abundan las peñas redondeadas; estas rocas presentan fisuras naturales que pueden aprovecharse para la extracción de grandes bloques con los que fabricar los ortostatos y dinteles. En el proceso de extracción se utilizaban cuñas de madera y mazas de piedra dura, a continuación se tallaban para darle la forma adecuada según se destinase al corredor, a la cámara o al anillo tumular. Eran necesarias de 50 a 100 personas para mover cada piedra según su tamaño; posiblemente el transporte de la misma se realizara mediante una estructura de madera, similar a un trineo que se desplazaba sobre rodillos de madera, mientras un grupo de individuos tiraba con cuerdas. Ya en el lugar de destino, se le daba la forma definitiva y se procedía a su levantamiento.
Al mismo tiempo que se construía la cámara, el corredor y el vestíbulo, se levanta un muro circular para delimitar el monumento; el espacio intermedio se va rellenando con capas de cantos de río extraídos del cercano arroyo de Lácara y capas de tierra compactada. Al final toda la construcción quedaba cubierta por un montículo artificial o túmulo que daba consistencia a todo el conjunto. Su planta tiene forma elíptica, midiendo 35 m el eje mayor y 28 m el eje menor; la altura sobre el terreno sería de 6 a 7 m.
El túmulo perfectamente visible en el entorno adquiere un caracter simbólico como lugar donde residen los antepasados y plataforma donde oficiar algunos ritos; también funciona como elemento de prestigio y señal territorial de la comunidad que lo ha construido.
Las últimas investigaciones indican que el túmulo poseía un anillo perimetral de ortostatos tallados (muchos de ellos perfectamente ensamblados) que formaban un zócalo visible definiendo perfectamente el volumen de la tumba.
El dolmen sirve de sepultura a varios individuos.
Originalmente a la tumba se accedía desde el vestíbulo (6.20 m de longitud), donde pudieron realizarse ritos durante los entierros y ceremonias para agradar a los antepasados. Después de atravesar la puerta se accede al corredor de techo bajo (9.15 m), dividido en dos tramos separados por jambas y finalmente se llega a la cámara funeraria de planta octogonal (entre 4.5 y 5 m de diámetro), con el techo a más de 4 m. En esta cámara se depositaba a los difuntos junto con pertenencias personales, como cuchillos, flechas, collares, cerámicas,... e incluso algunos amuletos, como ídolos. La tumba se utiliza durante un largo periodo, posiblemente más de un milenio, es decir, desde el neolítico medio hasta el calcolítico final.
A lo largo del tiempo ha sufrido distintas destrucciones; se empleó como cantera, sirvió de vivienda, a principios del s. XX se dinamitó la cubierta de la cámara, pero a pesar de todo ha llegado a nuestros días bastante completa debida a su excepcional tamaño y fábrica.
Asturnatura
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