Situado en una de las estribaciones meridionales de la Sierra Calderona, el poblado íbero del Puntal dels Llops es una excelente excursión para toda la familia. Un recorrido de 3 km de ida y vuelta que entre antiguos campos de cultivo y pinares, nos descubre unas vistas sorprendentes y nos muestra la fascinante vida de los pueblos que hace miles de años poblaron estas tierras.
Descripción
Comenzaremos la ruta desde el cementerio de Olocau, situado junto a la carretera CV-25, a menos de un kilómetro del núcleo urbano. El sendero, que se encuentra perfectamente señalizado, avanza en un primer momento entre antiguos campos de cultivos, donde destacan los algarrobos, las higueras y los olivos para, a los pocos metros, adentrarse en un bosque típicamente mediterráneo dominado por el pino carrasco.
Durante el recorrido encontraremos varios paneles que nos hablan tanto de la flora como de la fauna que podemos encontrar en nuestro entorno: ardillas, liebres, erizos, zorros, comadrejas, halcones, gavilanes… Unas explicaciones que son el complemento perfecto para animar y enseñar a descubrir la naturaleza que nos rodea mientras avanzamos hacia nuestro objetivo.
Casi sin darnos cuenta iremos poco a poco ganando vistas sobre el Camp del Túria hasta finalmente alcanzar el yacimiento arqueológico del Puntal dels Llops. Poco antes de llegar, encontraremos a mano izquierda un mirador con una panorámica única del valle donde se asientan las poblaciones de Olocau, Marines y Gátova, donde destaca el perfil del Gorgo, con 907 m, la cima más alta del Parque Natural de la Calderona, y el castillo de Hisn al Uqab o del Real.
Comenzaremos la ruta desde el cementerio de Olocau, situado junto a la carretera CV-25, a menos de un kilómetro del núcleo urbano. El sendero, que se encuentra perfectamente señalizado, avanza en un primer momento entre antiguos campos de cultivos, donde destacan los algarrobos, las higueras y los olivos para, a los pocos metros, adentrarse en un bosque típicamente mediterráneo dominado por el pino carrasco.
Durante el recorrido encontraremos varios paneles que nos hablan tanto de la flora como de la fauna que podemos encontrar en nuestro entorno: ardillas, liebres, erizos, zorros, comadrejas, halcones, gavilanes… Unas explicaciones que son el complemento perfecto para animar y enseñar a descubrir la naturaleza que nos rodea mientras avanzamos hacia nuestro objetivo.
Casi sin darnos cuenta iremos poco a poco ganando vistas sobre el Camp del Túria hasta finalmente alcanzar el yacimiento arqueológico del Puntal dels Llops. Poco antes de llegar, encontraremos a mano izquierda un mirador con una panorámica única del valle donde se asientan las poblaciones de Olocau, Marines y Gátova, donde destaca el perfil del Gorgo, con 907 m, la cima más alta del Parque Natural de la Calderona, y el castillo de Hisn al Uqab o del Real.
Poblado íbero
Los restos del antiguo muro ciclópeo que defendía el asentamiento nos da la bienvenida a la extraordinaria atalaya donde se encuentra el yacimiento. Un lugar privilegiado, situado a 427 metros sobre el nivel del mar, desde donde sus pobladores dominaban gran parte del territorio del Camp del Túria. Desde el Puntal dels Llops se divisa con claridad la ciudad de Valencia y el mar, y en días claros se puede ver en el horizonte el perfil del Montgó, ya en la provincia de Alicante.
Habitada entre los siglos V a.C y III a.C, el Puntal dels Llops formaba parte del sistema defensivo y social de Edeta, en la actual Llíria, y su función principal era el control del territorio. Desde su privilegiada posición podían divisar cualquier movimiento o comunicarse visualmente con otros asentamientos similares para avisarse de cualquier peligro.
El asentamiento estaba defendido por un primer muro ciclópeo, construido con enormes rocas, del que podemos ver una pequeña parte en el acceso al recinto, una segunda muralla adosada a la zona habitada, de casi un metro de ancho, construida en la vertiente Este, la menos escarpada, y una torre que servía como puesto de vigía y comunicación con otros asentamientos.
En el interior del poblado fortificado se pueden ver con claridad las diecisiete habitaciones que se distribuían en torno a una calle central. Por los objetos que se han desenterrado en ellas podemos saber que el asentamiento estaba habitado por un caballero junto con su familia y sirvientes. En total unas treinta personas que, además de tareas de vigilancia y defensa, se dedicaban a labores agrícolas o trabajaban el metal, que luego intercambiaban con otras poblaciones.
Con la llegada de los romanos sus habitantes lo abandonaron precipitadamente. Primero el fuego y luego el paso del tiempo fueron enterrando todos sus secretos, dejando tras de sí numerosas pistas gracias a las cuales podemos imaginar mejor cómo fue la vida de estos pueblos. Huellas y piedras que nos hablan de una historia fascinante de la que sin duda disfrutarán tanto niños como adultos.
Los restos del antiguo muro ciclópeo que defendía el asentamiento nos da la bienvenida a la extraordinaria atalaya donde se encuentra el yacimiento. Un lugar privilegiado, situado a 427 metros sobre el nivel del mar, desde donde sus pobladores dominaban gran parte del territorio del Camp del Túria. Desde el Puntal dels Llops se divisa con claridad la ciudad de Valencia y el mar, y en días claros se puede ver en el horizonte el perfil del Montgó, ya en la provincia de Alicante.
Habitada entre los siglos V a.C y III a.C, el Puntal dels Llops formaba parte del sistema defensivo y social de Edeta, en la actual Llíria, y su función principal era el control del territorio. Desde su privilegiada posición podían divisar cualquier movimiento o comunicarse visualmente con otros asentamientos similares para avisarse de cualquier peligro.
El asentamiento estaba defendido por un primer muro ciclópeo, construido con enormes rocas, del que podemos ver una pequeña parte en el acceso al recinto, una segunda muralla adosada a la zona habitada, de casi un metro de ancho, construida en la vertiente Este, la menos escarpada, y una torre que servía como puesto de vigía y comunicación con otros asentamientos.
En el interior del poblado fortificado se pueden ver con claridad las diecisiete habitaciones que se distribuían en torno a una calle central. Por los objetos que se han desenterrado en ellas podemos saber que el asentamiento estaba habitado por un caballero junto con su familia y sirvientes. En total unas treinta personas que, además de tareas de vigilancia y defensa, se dedicaban a labores agrícolas o trabajaban el metal, que luego intercambiaban con otras poblaciones.
Con la llegada de los romanos sus habitantes lo abandonaron precipitadamente. Primero el fuego y luego el paso del tiempo fueron enterrando todos sus secretos, dejando tras de sí numerosas pistas gracias a las cuales podemos imaginar mejor cómo fue la vida de estos pueblos. Huellas y piedras que nos hablan de una historia fascinante de la que sin duda disfrutarán tanto niños como adultos.
(Wildkids)
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