En el siglo VII a.C. se inició la cultura íbera en este territorio y el asentamiento comenzó a partir de entonces a organizarse como una gran urbe. En el proceso de esta evolución, durante el siglo VI a.C. se produjo el traslado de la población a la cima del Cerro de la Muela que dio origen al emplazamiento histórico de la ciudad dentro de la meseta, levantándose la primera línea de muralla y surgiendo el oppidum de Cástulo. Se construyeron casas, calles, silos, aljibes, hornos, etc. Cástulo se instituyó como un destacado oppidum íbero, posiblemente el más grande de toda la Península, con un tamaño de 54 hectáreas. Tenía el nombre de Kastilo y fue la capital además de la principal ciudad de la región de Oretania, formada por la agrupación de uno de los pueblos íberos más avanzados.
La producción agrícola, y sobre todo la explotación minera, continuaron formando las actividades primordiales durante este periodo. En el trascurso de varias etapas, los tartesos, los fenicios y los griegos conocieron la riqueza metalúrgica de Cástulo; seguramente estuvieron en el lugar y se establecieron relaciones comerciales con todos ellos. Sobre la muralla inicial se construyó otra más poderosa, adaptada a los contornos de la meseta, de la que han quedado pocos vestigios.
La riqueza minera que controlaba Cástulo hizo que ésta fuera objeto de atención de cartagineses y romanos, los cuales también se beneficiaron de sus filones. El lugar asumió un papel fundamental durante la Segunda Guerra Púnica (218 a.C. – 201 a.C.) que enfrentó a ambas potencias. Primero fue aliada de Cartago, de manera que incluso el general cartaginés Aníbal se casó con una princesa castulonense, Himilce, de la que hay una antigua estatua con leones en la ciudad de Baeza quizás originaria de Cástulo. Sin embargo, en los momentos finales de esta guerra se rindió a Roma mediante un pacto, ayudando a la victoria y a la conquista del Valle del Guadalquivir por parte de los romanos. Cástulo se convirtió entonces en una ciudad romana de Hispania incorporada primero a la provincia Bética y a partir de los años 13 a 7 a.C. a la provincia Tarraconense.
(Iberhistoria)
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