Culchas (ca. 204-194 a.C).
Rey del antiguo pueblo prerromano de los túrdulos (ca 204-194 a.C). Las fuentes de los siglos VI-V a.C. llamaron tartessios a los pueblos del sur peninsular; más adelante se les denominó túrdulos o turdetanos. Para los autores actuales el término túrdulo designaría a la población que habitó en la zona sudoeste desde el siglo V a.C. hasta la conquista romana, de lo que resulta que los tartessios serían la fase anterior de poblamiento en la misma región. Estrabón situó a la turdetania en el valle del Guadalquivir, limitando con los carpetanos y bastetanos. Dentro de aquel territorio habitaron otros pueblos de carácter menor como los olbisios, cilbicenos, igletes o etmaneos.
Los túrdulos fueron el pueblo de mayor importancia y extensión de Iberia gracias a la herencia cultural y política recibida de Tartessos. La monarquía continuó siendo la forma de gobierno entre los turdetanos. Según Julio Caro Baroja la idea de monarquía era innata a los pueblos iberos ya que relacionaba a la realeza con los episodios bélicos, con lo que los monarcas resultaron vitales para la supervivencia del grupo, sobre todo en una época de numerosos y frecuentes enfrentamientos. Los datos acerca del carácter de la monarquía turdetana provienen de los hallazgos de monedas, excavaciones arqueológicas y sobre todo, al testimonio de los autores clásicos como Estrabón, Tito Livio o Polibio.
Más que de verdaderos reyes debe hablarse de reyezuelos o caudillos militares. Su posición era muy inestable al haber desaparecido la forma hereditaria de sucesión que gozaron los reyes tartésicos. La permanencia en el poder dependía fundamentalmente de dos aspectos: las riquezas y posesiones que gozaban y sobre todo, la mayor o menor potencia de las clientelas que les rodeaban y protegían (devotio ibérica). Estos régulos solían formar parte de las aristocracias de las tribus, los cuales gozaban de un gran prestigio entre el resto de la población debido a su potencial económico y militar.
Otro aspecto vital para los reyes turdetanos fue el ejercer un férreo control sobre la riqueza minera de la región, que según los autores clásicos era fabulosa. Una vez obtenidos los minerales pudieron establecerse beneficiosas alianzas con otros pueblos. El carácter militar de aquellos régulos era innegable, no sólo por la existencia de comitivas armadas que les rodeaban o por los ajuares encontrados en sus tumbas, en los que abundaban las armas, sino porque el aspecto militar era, al fin y al cabo, la única razón de su existencia. Tras la desintegración de Tartessos lo normal era que diversos régulos gobernasen cada uno sobre una ciudad.
Las crónicas, sin embargo, mencionan a uno de los principales régulos de los túrdulos, Culchas, que logró extender su dominio sobre veintiocho oppída y cuyo ejército se componía de tres mil infantes y quinientos jinetes (Livio 27, 12, 13; Polibio 11, 20). En el año 206 a.C. luchó como aliado de los romanos contra los cartagineses en la famosa batalla de llipa, en la que tomaron parte cincuenta mil turdetanos. Pero en el año 197 a.C. Luxino es nombrado en las crónicas como un rebelde a Roma que ejerce el control sobre sólo diecisiete oppida (Livio 28, 13, 3; 33, 21, 6). Las causas de la rebelión fueron los malos tratos a los que habían sometido los romanos a la población indígena, así como la dureza mostrada a la hora de exigir las contribuciones.
La rebelión encabezada por Culchas se extendió como la pólvora hacia las tierras del norte; entre los muchos otros régulos que se unieron a su causa, destacó por su importancia el ya citado Luxino, rey de los bastetanos (Livio 33, 21,7). Culchas y Luxino contrataron a diez mil guerreros celtíberos, conocidos por su especial valor y dureza en la batalla, quienes fueron mandados por sus propios cabecillas: Budar y Besadines. La revuelta hizo que los romanos perdiesen el control efectivo sobre numerosas regiones, hecho respondido por Roma con el envío de Marco Porcio Catón para aplastar a los rebeldes. La rebelión terminó en el año 194 a.C con la muerte de Culchas y Luxino.
Rey del antiguo pueblo prerromano de los túrdulos (ca 204-194 a.C). Las fuentes de los siglos VI-V a.C. llamaron tartessios a los pueblos del sur peninsular; más adelante se les denominó túrdulos o turdetanos. Para los autores actuales el término túrdulo designaría a la población que habitó en la zona sudoeste desde el siglo V a.C. hasta la conquista romana, de lo que resulta que los tartessios serían la fase anterior de poblamiento en la misma región. Estrabón situó a la turdetania en el valle del Guadalquivir, limitando con los carpetanos y bastetanos. Dentro de aquel territorio habitaron otros pueblos de carácter menor como los olbisios, cilbicenos, igletes o etmaneos.
Los túrdulos fueron el pueblo de mayor importancia y extensión de Iberia gracias a la herencia cultural y política recibida de Tartessos. La monarquía continuó siendo la forma de gobierno entre los turdetanos. Según Julio Caro Baroja la idea de monarquía era innata a los pueblos iberos ya que relacionaba a la realeza con los episodios bélicos, con lo que los monarcas resultaron vitales para la supervivencia del grupo, sobre todo en una época de numerosos y frecuentes enfrentamientos. Los datos acerca del carácter de la monarquía turdetana provienen de los hallazgos de monedas, excavaciones arqueológicas y sobre todo, al testimonio de los autores clásicos como Estrabón, Tito Livio o Polibio.
Más que de verdaderos reyes debe hablarse de reyezuelos o caudillos militares. Su posición era muy inestable al haber desaparecido la forma hereditaria de sucesión que gozaron los reyes tartésicos. La permanencia en el poder dependía fundamentalmente de dos aspectos: las riquezas y posesiones que gozaban y sobre todo, la mayor o menor potencia de las clientelas que les rodeaban y protegían (devotio ibérica). Estos régulos solían formar parte de las aristocracias de las tribus, los cuales gozaban de un gran prestigio entre el resto de la población debido a su potencial económico y militar.
Otro aspecto vital para los reyes turdetanos fue el ejercer un férreo control sobre la riqueza minera de la región, que según los autores clásicos era fabulosa. Una vez obtenidos los minerales pudieron establecerse beneficiosas alianzas con otros pueblos. El carácter militar de aquellos régulos era innegable, no sólo por la existencia de comitivas armadas que les rodeaban o por los ajuares encontrados en sus tumbas, en los que abundaban las armas, sino porque el aspecto militar era, al fin y al cabo, la única razón de su existencia. Tras la desintegración de Tartessos lo normal era que diversos régulos gobernasen cada uno sobre una ciudad.
Las crónicas, sin embargo, mencionan a uno de los principales régulos de los túrdulos, Culchas, que logró extender su dominio sobre veintiocho oppída y cuyo ejército se componía de tres mil infantes y quinientos jinetes (Livio 27, 12, 13; Polibio 11, 20). En el año 206 a.C. luchó como aliado de los romanos contra los cartagineses en la famosa batalla de llipa, en la que tomaron parte cincuenta mil turdetanos. Pero en el año 197 a.C. Luxino es nombrado en las crónicas como un rebelde a Roma que ejerce el control sobre sólo diecisiete oppida (Livio 28, 13, 3; 33, 21, 6). Las causas de la rebelión fueron los malos tratos a los que habían sometido los romanos a la población indígena, así como la dureza mostrada a la hora de exigir las contribuciones.
La rebelión encabezada por Culchas se extendió como la pólvora hacia las tierras del norte; entre los muchos otros régulos que se unieron a su causa, destacó por su importancia el ya citado Luxino, rey de los bastetanos (Livio 33, 21,7). Culchas y Luxino contrataron a diez mil guerreros celtíberos, conocidos por su especial valor y dureza en la batalla, quienes fueron mandados por sus propios cabecillas: Budar y Besadines. La revuelta hizo que los romanos perdiesen el control efectivo sobre numerosas regiones, hecho respondido por Roma con el envío de Marco Porcio Catón para aplastar a los rebeldes. La rebelión terminó en el año 194 a.C con la muerte de Culchas y Luxino.
(La Web de las Biografías)
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